Cambalache, un tango con letra atemporal, nos recuerda lo que curiosamente se
vive en Colombia. Dice esa canción “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que
traidor. Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador. Todo es igual, nada es
mejor …” y, agrega “… Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera
es un señor, cualquiera es un ladrón …”, y con ese concepto las víctimas de los
horrendos crímenes de lesa humanidad deben soportar un homenaje por los
Comunes a quien fue su victimizador, “Jorge Briceño Suárez” o llanamente “El
Mono Jojoy”.
Gracias al minucioso cálculo y excelente tarea del Arma de Inteligencia de las
FFMM, en conjunto con la Policía Nacional, se ejecutó la operación denominada
con acierto “Sodoma”. Aquél 22 de septiembre de 2010, fecha para siempre
cargada de gloria para las Fuerzas Militares de Colombia se llevó a cabo una de
las operaciones más certeras contra un despiadado terrorista de connotación
infernal, la cual concluyó de forma más que exitosa, jubilosa. Las tropas
entregaron al país la noticia que había sido dado de baja el criminal Julio Suárez
Rojas, “el Mono Jojoy”, quizás, uno de los más sanguinario terroristas que se haya
conocido.
Su prontuario, que se anticipa no podrá jamás ser borrado por la Jurisdicción
Especial para la Paz y menos por la Comisión de la Verdad, es espeluznante y
aterrador, de espanto dirían otros. En su violento accionar, ocupó el ala militar de
las subversivas FARC, integrante de la cúpula asesina del entonces secretariado.
Sus inicios sangrientos le ubican en la Sierra de la Macarena participando, entre
otros, en el asesinato de 24 soldados. Determinador y responsable directo de la
muerte del Señor General Carlos Julio Gil Colorado en el año de 1.994
Además, secuestrador de oficio, como lo revelan los casos de Rodrigo Turbay
Cote, de Alan Jara en el año 2001, del senador Luis Eladio Pérez, de los
ocupantes del avión de Aires en el año 2002, en el que se desplazaba Eduardo
Gechen Turbay y por supuesto, ante su torpeza, del de la entonces candidata
Ingrid Betancur, así como del de Clara Rojas y, de contera, del niño Emanuel.
También, fue quien ordenó sangrientas tomas y permanentes ataques contra
bases militares; de recordar la de antinarcóticos de San José del Guaviare en el
año 1995 y de la propia de la Uribe en el Meta en el año 1998.
Nunca se olvidará la voladura con cilindros de gas de la iglesia de Bojayá en el
año 2002 que causó la muerte en completo estado de indefensión a 119 seres
humanos, entre ellos, muchos niños. Causante de la muerte de los misioneros
norteamericanos Stephen Evert Wells y Thimothy Van Dick. Responsable directo,
condenado por la justicia ordinaria por la acción violenta con carro bomba
colocado en el Club El Nogal de Bogotá, que cobró la vida de 36 personas civiles
indefensas y causó más de 200 heridos, dejando secuelas y en personas que
quedaron marcadas de por vida, no sólo físicamente sino también
psicológicamente
Pero ya muerto, se creería que cesaría en su itinerario criminal por parte de sus
comandados post mortem. Pero no. En un hecho bochornoso, cuestionable,
presuntamente disciplinable y eventualmente con visos delictuales, algunos de sus
antiguos compañeros de andanzas criminales, que hoy hacen parte del Partido
Comunes, antes movimiento FARC, han procedido a revictimizar, ofender y
agraviar a sus víctimas, promoviendo un grotesco homenaje al criminal Jojoy; no
es la primera vez que lo hacen, ya en años anteriores han hecho lo mismo, los que
también han divulgado, sin arrepentimiento ni vergüenza, recordando, además, la
memoria de los otros dos despiadados criminales consignados en la historia, esto
es, Raúl Reyes y Alfonso Cano, muertos en su ley. Bien establece la Palabra de
Dios que “el que a hierro mata a hierro muere”.
Los medios sensacionalistas y amarillistas, los que ya se encuentran identificados,
en evidente complicidad reprodujeron apartes del homenaje, refiriéndose con
familiaridad a “El mono”, pretendiendo construir la historia de manera artificiosa al
presentarlo como un gran luchador de su causa, cuando, en realidad, fue un
despiadado criminal, condición en la cual debe permanecer en la memoria de los
colombianos y, en particular, de la juventud que no puede llamarse a engaño. Un
asesino cruel como este no merece ni amerita homenaje. ¿Qué se pensaría de
que en Alemania le hicieran un homenaje a Hitler?
A los jóvenes se les debe dar a conocer esa verdad que, si bien no vivieron, sí
corresponde a la realidad. Las pescas milagrosas, el secuestro masivo de
soldados y policías, así como de población civil, la imposición de collares bomba
en los cuellos de inocentes personas y muchos más vejámenes por él cometidos u
ordenados. Aquella línea de pensamiento que ahora se nos quiere implantar como
producto del mal denominado “acuerdo de paz”, que más bien podría denominarse
“acuerdo de impunidad”, busca borrar los atroces crímenes de este criminal y de
los demás que en ellos participaron, sin embargo, es lo cierto, que no
permitiremos que queden en el olvido, nunca.
Lamentablemente, ante nuestra sociedad, fruto de la malograda paz, de la falta de
memoria y de la intervención de algunos medios de comunicación, está haciendo
carrera una narrativa que se finca peligrosamente en el seno de la juventud y de la
gente desprevenida, en la cual quieren hacer ver y mostrar a los terroristas
guerrilleros de entonces como los nuevos héroes patriotas colombianos y a
nuestros insignes militares, que entregaron el don más preciado, como es su vida,
para combatirles, en los villanos de la historia. La paradoja que describe
Cambalache.
El aporte de verdad, al que se comprometieron para gozar de los beneficios que
ostentan los ex Farc, debe ser cierto, sincero y probado, que no el que de forma
falaz y cínica presentan, como lo hiciera la compañera de Tirofijo, la tal alias
Sandra Ramírez, quien con ironía se burló de los secuestrados por años, de
quienes, contra las evidencias, manifestó se les tenía en magnificas comodidades.
Será que considera que no era suficiente vulneración a su dignidad su secuestro,
su pérdida de libertad, sino que el encadenamiento y el mantenerlos en
verdaderos campos de concentración, totalmente alejados de sus familia y por un
prolongadísimo término representa “magníficas comodidades”. Increíble.
Por supuesto, ante el justo reclamo de Humberto de la Calle rectificó su
manifestación, pero ya el daño estaba hecho por completo a las víctimas y a sus
familias.
En ese mismo ofensivo acto intervino Rodrigo Granda, antiguo canciller de las
FARC, quien, sin vergüenza ni empacho alguno, invocó al asesino indicando,
dizque, trabajó por la paz, cuando, contrario a ese dicho, lo único que hizo, de
conformidad con su prontuario, fue sembrar muerte y desolación. 62 órdenes de
captura lo corroboran. Cerró el ramillete de ofensa el representante Sergio Marín
que exaltó los principios del forajido. Hubo más intervenciones en favor del
terrorista, pero no hay que dilapidar la tinta.
La generosidad que se tuvo con la firma del Acuerdo de Paz, que no me cansaré
de decir fue negado por el pueblo, y que cobró vida de una manera que será por
siempre reprochable e inconstitucional, les permitió a esos criminales de guerra y
de lesa humanidad sentarse en el Congreso de la República, donde en vez de
contribuir a realmente conseguir la paz, con su cinismo y su desvergüenza
promueven actos inaceptables de homenajes a criminales, incumpliendo sus
compromisos y rectivizando a sus víctimas.
El partido de los comunes, sus directivos y promotores, están en deuda de hacer
un desagravio a las víctimas de su otrora violencia. Situación que unida al
homenaje al criminal asesino Jojoy y a los comprobados incumplimientos del
Acuerdo, les hacen ya merecedores de perder los beneficios que les concediera la
celebración del Acuerdo de Paz de La Habana.
La sociedad colombiana está en mora de reaccionar con firmeza y claridad, con
programas oficiales de divulgación de la verdad, consistentes y constantes. Aquí
no se puede seguir permitiendo la burla permanente y repetitiva a las víctimas del
secuestro, reclutamiento, asesinato, violación y a los más espeluznantes
vejámenes a los que sometieron a los niños, incluyendo desde luego el delito de
lesa humanidad de su reclutamiento. Llegó la hora de sancionar al victimario,
quien permanece en total y completa impunidad, y amparar a sus víctimas.
Un llamado adicional se debe realizar a aquellas personas que hoy silencian ante
la continuación de la barbarie. A ese grupo y corriente política que se lanza en
ristre contra las Fuerzas Militares pero callan ante las constantes burlas de este
grupo abominable se les invita a que replanteen su posición.
Bogotá, D.C., septiembre 25 de 2021
BERNARDO HENAO JARAMILLO
Columnista de Opinión