El plan contra Uribe El problema no es que investiguen a Uribe.

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Yo voté por Sergio Fajardo porque me convenció. Los uribistas dicen que soy petrista. Los petristas juran que soy uribista. La izquierda asegura que soy de derecha y la derecha que soy de izquierda. Nada de eso me importa. No tengo compromisos con nadie. Hoy pueden decir lo que quieran, pero les hablaré sobre Álvaro Uribe Vélez con mucha franqueza: no creo que Uribe sea el culpable de todos los males de Colombia. Reconozco sus errores, pero también todo lo bueno que ha hecho por este país, aunque decirlo sea impopular y políticamente incorrecto. Lo que pasa es que está de moda responsabilizarlo de absolutamente todo. Ultrajarlo se volvió deporte nacional, cualquiera se siente con el derecho a irrespetarlo y calumniarlo, con la excusa de la libre expresión. Sus detractores y odiadores tienen como única meta ponerlo preso. Un plan que terminó de cocinarse en La Habana en tiempos de Santos. 

Durante su gobierno, entre 2002 y 2010, llegaron 186 denuncias contra Uribe a la Comisión de Acusación; hoy más de 50 siguen vivas. Mientras tanto, en la Corte Suprema de Justicia la indagación que más lejos ha llegado es la del caso Monsalve. Uribe no está por encima de la ley y debe comparecer cuantas veces sea necesario ante la justicia. Si lo encuentran culpable debe pagar. Pero el expresidente no ha perdido sus derechos ni ha sido vencido en juicio. Hoy Uribe es inocente de todo lo que lo acusan, hablando en estricto derecho. ¿Por qué frente a Uribe no opera la presunción de inocencia? ¿En qué momento perdió su derecho a la honra y el buen nombre? ¿Esos derechos solo operan para los antiuribistas? 

El problema no es que investiguen a Uribe. Lo inaceptable es que la justicia solo actúe frente a él. A diario llegan a los despachos judiciales decenas de anónimos contra los más encumbrados personajes en el país. Nada pasa. Pero al expresidente sí le abren indagación preliminar por un anónimo “como posible destinatario de la información de seguimientos ilegales de inteligencia militar en 2019”, sentenciaba en Twitter la corte. Aunque respeto inmensamente a los magistrados, de sus actuaciones frente a Uribe se infiere un sesgo. Como si quisieran mantenerlo sub judice. El culpable de todo, el investigado por todo: por las chuzadas, el hacker, los perfilamientos. ¿Y los demás? Los Buldócer, el Petrovideo, las acusaciones contra Arturo Char, que está a punto de ser presidente del Senado, el caso impune de los congresistas que se robaron estupefacientes, la Farcpolítica y los computadores de Raúl Reyes que invalidaron. ¡Tanto aforado corrupto que se lavó la cara y se blindó con la paz! ¿Por qué la agudeza y la celeridad de los magistrados no se activaron para escuchar al Ñoño Elías, que hace más de un año intentó contar todo lo que sabe sobre Odebrecht y la financiación del plebiscito y la reelección de 2014? ¿Por qué los magistrados no escucharon a Musa Besaile sobre la ruta de la mermelada, durante el anterior Gobierno? Esa mermelada que se repartía en los despachos de algunos ministros. ¿Por qué solo contra Álvaro Uribe?

Que Uribe es culpable de los falsos positivos, dicen. De ser así, Juan Manuel Santos también lo es. Era su ministro de Defensa. Pero sus amigos argumentan que Santos destapó las abominables ejecuciones. Un sofisma de distracción para protegerlo. No, él también hacía parte de ese Gobierno. Entonces que respondan juntos al lado de los generales de la época.    

Que la justicia investigue con rigor a Álvaro Uribe por la Yidispolítica, dicen. Pero son cómplices de la impunidad de Santos por la financiación de Odebrecht en sus campañas y todo el plan para tapar la verdad. En serio, ¡qué autoridad moral tienen!

Que lleguen hasta las últimas consecuencias por las chuzadas del DAS. Perfecto. Que investiguen todo, que caigan todos. Incluidos los del proceso 8.000 y los de la alianza con los Pepes.

Uribe ha puesto presidente tres veces. Nadie duda de su poder. Pero desde hace un buen tiempo enfrenta a un movimiento feroz que no descansa y quiere destruirlo políticamente con armas judiciales y bombas atómicas de desprestigio. Su retórica lo muestra como un monstruo capaz de cometer los peores crímenes. Quienes están detrás callan y protegen a otros poderosos muy cuestionados. A los que nadie toca. A los que se resguardan en eso que llaman el establecimiento. A los que tienen la aprobación del circulito bogotano. Es indignante ver a los exguerrilleros de las Farc, que mataron y secuestraron por miles, calificando a Uribe de asesino desde sus curules. Peor aún, escuchar a los que hicieron hasta lo imposible para que Santrich quedara libre exigiendo que Uribe vaya a la cárcel. Timochenko es un señor, Uribe es un bandido. ¡Qué exabrupto!

Uribe se ha equivocado. Pero han sido muchos más sus aciertos. A mí no se me olvida lo que era Colombia cuando ese señor llegó a la Casa de Nariño. Las Farc y los paramilitares nos tenían sitiados. 

Uribe también ha probado la ingratitud. Santos lo usó para elegirse y luego lo traicionó. Este Gobierno, que existe también por los votos del expresidente, hace todo para desmarcarse de él y lo dejó solo. Ni qué decir de aquellos que chillaban pidiendo el voto para reelegir a Uribe y luego se le voltearon.  

No vine a defender la inocencia de Uribe, no me corresponde. Pero la justicia, que es un bien supremo de la democracia, solo puede ser respetable cuando se ejerce con igualdad y no de manera selectiva. Necesitamos saber la verdad completa, no la película que algunos nos quieren montar. ¿Cuál será el futuro de Uribe?

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El general y las Farc

Esta es la historia de un general que por más de una década colaboró con la guerrilla hasta quedar al descubierto como parte de una de las misiones de la operación Bastón, revelada por SEMANA.

La misión de contra inteligencia militar fue bautizada inicialmente como Harel. Otros de los participantes de esa investigación sugirieron que se debía llamar Honor. El argumento para asumir este último nombre era lógico desde su punto de vista. Lo que debían hacer, efectivamente, era un tema de honor militar como lo era descubrir quién de los suyos era el que había traicionado a la institución y colaboraba con el enemigo: las Farc.

El reto era aún más grande. El sospechoso no era un soldado asignado a una unidad en la mitad de la selva que ante la necesidad había vendido su lealtad por unos pesos. Se trataba nada más y nada menos que de un general de la República. 

Una serie de extraños reveses que sufrió la tropa y las operaciones contraguerrilla, que después de meses de planeación a último momento misteriosamente terminaban fracasando, dieron inicio a la misión de trabajo. Esta es una de las tantas investigaciones que hacen parte de la llamada operación Bastón, que agrupa algunos de los más importantes casos desarrollados por la contrainteligencia del Ejército, como lo reveló SEMANA.

Todo ocurrió en diferentes departamentos del oriente del país. Como si la guerrilla tuviera una especie de bola de cristal, muchas veces logró anticiparse a las operaciones, saber por dónde se desplazarían las tropas y, en algunos casos, aprovechar esto para asestar golpes a los militares. Esta situación se volvió recurrente y era claro que se trataba de una fuga de información estratégica y operacional. 

Los investigadores comenzaron por reconstruir los casos en donde las operaciones fallaron e indagaron cómo se pudo haber filtrado la información. Por semanas, varios fueron desplegados a diferentes zonas para tratar de recolectar en terreno datos confiables que permitieran llegar al responsable. 

Como parte de esas labores lograron encontrar varias fuentes claves. Una de ellas fue la la hija de un jefe guerrillero del frente 10 de las Farc. Militó desde los 12 años en esa organización y llegó a ser la radista, por muchos años, de alias Grannobles, el temido hermano del Mono Jojoy que también era comandante. Estuvo por 23 años en esa guerrilla hasta que se desmovilizó. Lo que les contó esta mujer, y que está grabado en varias horas de video, fue impactante. 

Les dijo que conoció al general cuando tenía el grado de capitán a comienzos de los años 90 en Arauca. “Lo conocí en las Bocas del Ele, en una finca llamada El Palmar. Yo no sabía que era de las fuerzas militares. Llegó allá a reunirse con el señor Grannobles. Yo andaba con Grannobles desde muy jovencita”, se escucha decir a la mujer en su relato. 

El señalamiento era grave, pero era claro si se trataba de una persona que quisiera enlodar al oficial. Por ello, aceptó someterse a varias pruebas de polígrafo para corroborar que lo que estaba diciendo era real. Pasó cada una de ellas. “En agosto, en una reunión en Miramar, a él le entregaron un maletín, sé que era plata, pero no me acuerdo si eran dos mil o tres mil millones. Yo alcancé a contar hasta dos mil pero sé que le dieron algo más. Yo estaba contando, pero me quité porque él me estaba mirando. Eso fue en una finca que era de mi mamá”, contó la mujer.

Esta última reunión a la que hace referencia la desmovilizada en su relato ocurrió hace pocos años cuando el oficial ya había alcanzado el grado de brigadier general.  

Con este indicio comenzó una labor de verificación de todos y cada uno de lo detalles que ella contó. Simultáneamente, con la ayuda de la Unidad de Información y Análisis Financiero -UIF– comenzaron a realizar un cruce de información sobre las finanzas del oficial y su círculo más cercano. “Se evidencia un incremento injustificado del patrimonio”, afirma uno de los apartes de la misión Harel. 

Las labores de búsqueda de información se extendieron por varios meses. Al final, basados en decenas de entrevistas y documentos, se llegó a la conclusión que al menos durante 18 años ese oficial había vendido información secreta no sólo a las Farc, sino también al ELN y más recientemente a las disidencias. “Recibió dineros producto del tráfico y fuga de información con los GAOr (grupos armados residuales o disidencias) colocando en riesgo la integridad física de la tropa y saboteando el desarrollo de operaciones militares”, dice otros de los documentos del voluminoso dossier de la misión Harel. 

Cuando la delicada información fue confirmada y documentada el caso escaló y fue puesto en conocimiento de algunos de los integrantes de la cúpula del Ejército. Discretamente le recomendaron al general solicitar su retiro para evitar un escándalo. Cosa que el alto uniformado hizo. Se fue en silencio. Esos hallazgos también fueron compartidos a la Fiscalía para iniciar una investigación penal por los delitos de enriquecimiento ilícito, revelación de secreto, entre otros. El caso no ha avanzado. SEMANA se abstiene por ahora de revelar la identidad de este militar para no entorpecer las investigaciones sobre este delicado tema del general y las Farc.